jueves, 30 de octubre de 2014

Flores sin Nombre, XVI. DE LOS SUEÑOS.



50

He mordido las ganas de vivir.
He traicionado el mandato del deber
por el sacrificio
ineludible que exige el deseo.
Entre sacrificios y deberes
la realidad se divide.
Determinar a cuál de los dos bandos
pertenece el amor
es el álgebra irresoluble
que oficia de armazón
de la existencia.
 

51

              Alcanza el tálamo, inepto ya para cualquier quehacer mundano, sea delectación, deber, o sacrificio. Derrotado pero inquieto, cuando ahuyenta la luz con la esperanza de desvanecerse de la fantasía de las horas, sólo lo tranquiliza imaginarse un asesino profesional, a ser posible magnicida: lo apacigua mucho planear en la penumbra el asesinato de poderosísimos Jefes de Estado. Pero hay otras alternativas al irreprochable oficio de sicario. Por ejemplo, ejecutar entusiastas genocidios, manejando armas de aniquilación masiva que le preservan, además, de cualquier vulnerabilidad. Otras veces, le gusta fantasearse físicamente invencible mientras machaca a puñetazos a sus víctimas, tal vez inocentes, pero, sin lugar a ninguna duda, legítimas. Se siente entonces encarnado en un organismo poderoso e insensible para cualquier emoción que no sea la victoria y el elogio.
               Esta violencia desmesurada lo arrulla como a un cachorro.
               El lecho va haciéndose amable y sus miembros dejan de ser trastos por el medio, escondidos en un mueble con premura y con descuido.
              Se va sintiendo paulatinamente alojado en un útero confortablemente cósmico.
              Llega así, gimiendo su paz, al punto de catástrofe que buscaba.
              Entonces, las cortezas de manos callosas se van convirtiendo en imágenes del horror sin compunción: un paisaje familiar congelado, una hembra prohibida que lanza, como un rayo a las meninges, un deseo desesperado.
              Niebla y luz se confunden. Sórdidos jardines laberínticos en que se reúnen solícitos cadáveres con la mirada perdida.
             Busca hora tras hora esa mirada que fue en un tiempo otro su lugar natural.
             Escucha frases artificiales pronunciadas por seres que no ama.
             Y con la mañana arriba un báculo firme,
                                  al fin erguido,
              que solicita ser tomado por las garras
              para acometer con renovación
              cualquier quehacer mundano,
              sea deber,
                             delectación,
                                                  o impostergable sacrificio.




52

               Decimos que algo no tiene lógica cuando no podemos imaginar el camino que desemboca en el recinto de una escena.
               La escena sí podemos imaginarla. Estructural y plásticamente, tiene la apariencia del mundo.

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