jueves, 30 de julio de 2015

Tsipras, Alemania, el Mal y el Silencio (Apuntes sobre el comunismo, 6)

Algunas cosas que colgado en Facebook sobre el tema.


  • Alemania no es el enemigo. Alemania, en tanto encarnación del capitalismo financiero global, es el mal. Al mal hay que cauterizarlo, combatirlo, destruirlo, debilitarlo, hacerlo desaparecer como tal mal. Pero el enemigo es el político que en cada Estado se ofrece como lacayo de ese mal arguyendo que "no se puede hacer otra cosa". Se llame Rajoy, Zapatero, Samaras o Tsipras. Diga lo que diga, nos venda lo que nos quiera vender, sea su origen el que sea. Y a quien hay que enfrentarse y pedir cuentas es al enemigo. Señores hegemono-populistas, disculpas por utilizar sus argumentos también cuando no les convienen. Un saludo. (18 de Julio)

  • Me hace gracia cómo desde ciertas instancias se han lanzado a la defensa cerrada de Tsipras, que a mí me ha parecido muy sospechosa y han cargado con que la culpa es de Alemania y nada más que de Alemania, y Tsipras ha sido una víctima. O bien te comportas como el político europeo tipo, que odia las consultas populares, y asumes tu responsabilidad por las decisiones, o bien eres consecuente con tu planteamiento populista de izquierdas. Pero si convocas un referéndum y lo ganas con un apoyo popular del 60%, lo que no puedes es hacer un Don Tancredo después de haber usado a tu pueblo de escudo humano y venderlo vilmente a sus enemigos. No veo posibilidades de justificar esa actitud. Hay una especie de ingenuidad estructural en el hegemono-populismo que parece preconizar precisamente eso: que la ética en política es puramente secundaria y que lo que importa es la estrategia (la posición en el tablero). Si eres un buen estratega, no importa engañar, traicionar y defraudar. Parece que el único objetivo de Tsipras sea mantenerse en el poder y que con eso es suficiente. No habrá emancipación sin transformación subjetiva. Y en ese sentido estoy con aquello de la "prefigurative politics". No habrá nunca una auténtica emancipación si la ética no está explícitamente tematizada en el discurso político. Hay "pruebas del algodón" coyunturales en política pero muy reveladoras. Ahora mismo, esa prueba es la defensa cerrada de Tsipras, que parece ser la línea oficial de la cúpula de Podemos y su coro difusor. A mí mucha confianza sobre las futuras intenciones de los que la sustentan no me da ¿qué queréis que os diga? (19 de julio)

  • Mi voto lo tendrían, sin duda. Un añito tratando con políticos con vocación profesional me ha dejado claro que entre ellos no hay ni lealtades ni odios eternos, porque el ansia de poder es una pasión que somete a todos los demás afectos. Cuando los hipo-hegemono-populistas hablan del uso de las pasiones, hablan del uso de las pasiones de la gente. Ellos no tienen más que una y está gobernada por la racionalidad estratégica -a no confundir con la razón- esto es, por la conquista de poder (no he dicho "del" sino "de", quede claro), que es otra cosa. Les votaré si se unen. Que no esperen que mueva un dedo por apoyarlos o defenderlos. La política que a mí me interesa como praxis no tiene nada que ver con esto. En este tipo de política-juego de la representación la inmensa mayoría no somos convocados más que como espectadores con capacidad no de acción, sino de interactividad. Como "Supervivientes", que es la mejor alegoría política que ha inventado la reality TV. Por cierto, yo también creo que debió ganar Nacho Vidal. Dónde va a parar. (22 de julio)

  •  Sorry, Mr. Alexis Tsipras, but I'm not longer interested. You have been one of the biggest political deceptions in my life. If this is told by a man who has been ruled by JLR Zapatero and Felipe González, you should take note of the point. Bye. (Comentario que he dejado en el muro de la página de Tsipras, que he seguido durante meses con ilusión. Hasta más ver) (22 de julio)

  • Dije esto hace año y medio, en mi primera columna en VLCNoticias. (24 de enero de 2014 )

    En fin que la aventura personal de Pablo Iglesias Turrión tiene tres destinos posibles. O triunfa en el seno del sistema y se convierte en un acomodado político profesional, traicionando a sus seguidores (¿recuerdan a un tal Felipe González?). O fracasa, y entonces habrá que recoger los fragmentitos de su ego con cucharilla, porque dudo que se recupere de algo así. O, la más improbable, que triunfe contra el sistema, con lo cual sus prisas, su superficialidad y su falta de profundidad política podrían poner a su misma opción, la izquierda, en un grave peligro de debacle histórica (¿recuerdan a un tal Zapatero?).

    Si se quiere actualizar, póngase Tsipras donde pone Zapatero. Me pasé 16 meses queriendo equivocarme. Pero no ha sido así, me da la impresión. Una pena. Porque a ese proyecto se sumó una buena parte de lo mejorcito y más decente del pueblo español.

    (22 de julio)

  •   Estoy triste. Rematadamente triste. La traición de Tsipras combinada con el cinismo extremo de la cúpula de Podemos me ha dejado en un estado de auténtica postración política. Hace días que quiero sacar un texto sobre eso, sobre las primarias de Podemos, sobre cómo se ha cerrado la ventana de oportunidad definitivamente porque un líder nos ha atrapado en su semblante, nos ha devuelto a la verdad de la depencia absoluta del amo. Hace ya muchos días que quiero exponer mis razones -las tengo, en decenas de apuntes en documentos de word por aquí y por allá- para pensar que el populismo, en su trama racionalista, que es la que nos ha llegado aquí, no puede funcionar en la Europa del Euro. Pero estoy dubitativo como hacía años. Sí, literalmente, años, porque todos decís que entre blog, artículos, papers, estaba especialmente productivo, hasta al punto que escribo tanto que no os da tiempo a seguirme el ritmo como lectores. Pero ahora dudo. No encuentro el tono. Y el tono es el texto, es el hilo de Ariadna por el que toda secuencia de signos comienza a desenvolverse como un prodigio de la naturaleza. Eso vale para un poema, para un filme, para un relato, para un artículo... El tono es la voz, como "el estilo es el hombre". Y no. No lo encuentro. Es tanta la mezcla de hastío, odio, vergüenza y rabia que a ratos -algunos de mis apuntes así lo certifican- se me sale el sarcasmo a borbotones, otros la ira. Tal vez la respuesta sea la tristeza. Pero una tristeza que no suene ni a melancolía, ni a rendición. Y no. No sale. Por eso, como las señales de un náufrago en la orilla, me he puesto este fotograma de Mulholland Drive , una de las películas de mi vida (algunos Welles, Stroheim, Wilder y Kieslowski la acompañan) como foto de portada. Silencio. Silencio porque los sueños de gloria salen siniestramente caros, como la película demuestra. Tal vez, yo, como muchos, pensamos que la ventana de oportunidad que se abría era la de lo político, por usar un término tan estimado por la teoría política contemporánea. Y muchos, lo pensáramos explícitamente o no, creímos que era el momento de que pudiéramos ocuparnos de lo colectivo los que no sentimos la sucia pulsión en bucle de la política partidista y de su amor infinito por la mezquindad y por la mierda. Y no. Toda esa ilusión se ha ido al garete. Sólo hablamos de política (encuestas, sondeos, cargos, pronósticos, bullshit) y vemos el acontemiento emancipador, la refundación implosiva de lo político, alejarse y perderse para siempre, escurrirse de esas manos que nos han dicho que no cerremos, porque el puño es señal de ser un yonqui de la pureza identitaria. ¿Cómo se habla de política desde la tristeza? El sarcasmo no es la respuesta, me parece. Porque más odio no nos hace ninguna falta. Y estoy hasta los huevos de buscarme enemigos, que son jodidísmos de criar. Puede que la solución esté en releer a Larra. Pero puede que el afán de imitación me acabe llevando a pegarme un tiro. Y tampoco es eso. Que el proyecto en el que creí sea un vivero de cuñadismo impenitente, de cháchara quejumbrosa o aclamatoria de esclavos que no se atreven a preguntarse por su deseo, de plebs que no quiere ser pueblo sino turba, no debiera ser para tanto. En fin, qué coñazo es la política. Alguien me dijo el otro día que era un ignorante en ese campo, por no entender lo de Tsipras. Me sentí orgulloso.




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