viernes, 26 de mayo de 2017

¿Plan A, Plan B? Y otras disquisiciones.

Son cosas anotadas en redes sociales desde el 9 de abril sobre temas múltiples. El tema estrella, no obstante, son las elecciones internas en el Psoe.Desde esa fecha, he publicado varios textos:

  ¿Plan B?

  • Evidentemente, la prensa del régimen ha hecho su trabajo. Sólo, que les ha salido mal. No hay más que ver la rabia que tenía El País el lunes, diciendo que en el PSOE había vencido el populismo. Repárese en que no he dicho que lo hayan hecho mal (han “hecho mal”, pero eso lo hacen siempre, normalmente bien) sino que les ha salido. Evidentemente, disiento de los gurús del coaching y la auto-ayuda y pienso que en el éxito o fracaso de una tarea o estrategia influyen muchos más factores que el tesón, la perseverancia (ello dirían “pasión”), la pericia, el ingenio o la competencia.
    El caso es que parece que puede haber un plan b, tras la derrota de Susana Díaz que sólo se empieza a entrever: la exaltación de Errejón. Dice mucha prensa –incluso alguna reputada de izquierdista- que la victoria de Sánchez pone en franquicia las tesis de acercamiento Psoe/Podemos. A Compromís, además, solícito con Ximo Puig como siempre, le ha faltado tiempo para pedirle a Podemos que retire su moción para sumarse a una liderada por el Psoe. No sé qué es lo más aconsejable, de cara no sólo a desalojar al PP sino en un proceso de progreso y radicalización y profundización democrática, porque –perdonen la jactancia- no tengo ni puta idea de política.
    Pero si bien me reconozco malo para el cálculo estratégico positivo –si no, mejor me hubiera ido en la vida- no creo ser tan torpe –perdonen ahora la humildad- como lector e intérprete deconstructivo de las estrategias espectaculares y comunicativas. Pues, bien, por sembrar la sospecha y la inquietud: ¿no será que una vez fracasado el plan A, que era bloquear a Pablo Iglesias (aquí significante metonímico de toda la izquierda transformadora: Unidos Podemos, las plataformas municipalistas, mareas, etc.) con Susana Díaz, hay ahora un Plan B que consiste en intentar paralizar cualquier salida del tiesto de Pedro Sánchez siendo marcado de cerca por Errejón? Es una simple conjetura y desde los defensores del errejonismo se me puede tachar de loco o de malvado por sugerir esto. Están en su derecho: me preocuparía mucho más si me dieran la razón en algo o pensaran que estoy en lo cierto.
    La imagen que yo tengo de Errejón, jaleado y arropado por su entorno, en el que hay insignes académicos, es la del estudiante formalito que todo maestro facha querría tener en su clase y el esclavo ideal para cualquier amo. No digo un buen vasallo porque para él no habrá buen señor. Tiene vicio el chico y cuando tiene a un amo controlado necesita un amo aún más fuerte y voraz. De ahí, su traición a Pablo Iglesias, que parece que ya no le llenaba, después de haber contribuido a encumbrarlo y a endiosarlo más que nadie. Errejón es el gran amaestrador de histéricxs, el sacerdote de la denuncia y la estrategia, sin anclaje alguno en una moral o una ideología argumentativa y discursivamente motivada, esto es, con vocación de lealtad y consecuencia con unos principios aunque éstos se salgan de la morales convencionales o no se apoyen en ningún corpus doctrinario previo. Errejón es el estratega sin finalidad, una especie de deconstruccionista silvestre al que le da lo mismo ocho que ochenta, como demostró en Vistalegre II firmando y comprando cualquier propuesta que le diera votos. Sólo quería ganar. Un gran a-diestrador de la neurosis colectiva. Yo, después de Vistalegre II, cuando, según la misma prensa que ha defendido a Díaz, Iglesias estaba haciéndole víctima de la purga más aviesa, me atreví a pronosticarle un futuro junto a ésta en el Psoe a medio plazo. No tiene mucho sentido ahora, claro. Pero evidentemente, para el sistema es mucho más de fiar, tan frío, aplicado y formal, que el díscolo y atolondrado Sánchez o el áspero y agrio Iglesias.
    Tampoco ayuda mucho que el sustrato juligan proto-lepenita alojado en Podemos vaya ahora increpando a la militancia del Psoe y de otras formaciones, diciendo que ellos son la verdadera izquierda. Para mí todas las identidades trascendentalmente verdaderas son de derechas. Yo, después de los dos procesos electorales del
    fin de semana pasado, veo que el movimiento de progreso, la auténtica disputa de los marcos, se está produciendo dentro de los partidos de izquierdas, con la militancia oponiéndose a las cúpulas. Por eso me trae al pairo la alianza entre el Partido Socialista Obrero Español y el partido Podemos, pero pienso que hay una inexorable necesidad de crear un clima en el que vayan malentendiéndose pero juntándose todos los dialectos de la izquierda. Ésa es una tarea más lenta pero inaplazable. ¿Moción de censura? Bien, si no es un fin en sí misma. Dicen que es que PIT no es presidenciable. Y esto lo apoyan los que decían que Díaz, sí. Para un hartón de reír, da la cosa. 25 de mayo.

Política y ficción.

  •  Si uno quiere construir un discurso político eficazmente subversivo, no tiene más remedio que pasar por evitar el discurso de la verdad referencial y sus correlatos, la teoría de la conspiración y la ética de la denuncia. Ante cualquier hecho que se denuncie, el establishment te va a contestar: demuéstralo. Y esa demostración es imposible en un sistema electoral-parlamentario de partidos (concepto antiguamente con-fundido con el de democracia) porque el juez de este proceso veritativo es la opinión pública que, por definición, tiene una posición alejada de los hechos y de su verdad y está en una posición indecidible respecto a su demostración. De ahí, que la verdad en estos tiempos se muestre impotente y que la mayoría, por ejemplo, de los imputados del PP se sientan tan frescos. La presunción de inocencia pasa de ser un requisito jurídico a ser un dogma.
    La demostración es un modo de conocimiento perfectamente legítimo, pero está basado en una convención, en un procedimiento consensuado por una comunidad (normalmente científica). Por lo tanto, no traslada ninguna in-mediatez, ninguna mítica transparencia del ser. Que sepamos de qué está compuesto un astro por medio de la espectrografía es un ejemplo elocuente de ello. La comunidad científica ha decidido que si se da un espectro lumínico x, entonces allí está presente el elemento químico y. Pero eso no nos pone en contacto experiencial (en todo caso, experimental, que no es lo mismo) con ese elemento como si fuera un objeto de nuestra percepción, todo lo contario. De ahí, que la demostración no pueda nunca universalizarse como vía de acceso a la verdad. La verdad en política no tiene que ver con la transparencia y la evidencia, sino con la opacidad y la decisión. Por eso, hay verdades argumentables pero no demostrables.
    En ese sentido, el desvío del razonamiento político hacia la abducción especulativa puede ser, si no un acceso a la verdad por sí mismo, sí un freno a la mentira y un corte en el discurso neoliberal de la posverdad. Es decir, se trata de hacer un ejercicio explícito de política-ficción para desplazar al receptor del lugar de la audiencia (la opinión pública apasionadamente pasiva) al lugar del lector, que interpreta.

    (Copio uno de mis lemas de los últimos tiempos:
    La defensa de la libertad de expresión comienza por no creer que la principal obligación del otro consiste en hacerse entender.
    Si es otro lo escribimos con mayúscula también podemos decir:
    No creer que la principal obligación del Otro consiste en hacerse entender es el principio básico de toda salud mental.)

En el Psoe.

  •  Hay quien me dice: ¡ese lío de Podemos no hay quien lo entienda!! Tiene razón. Sin embargo, el lío del Psoe va y se entiende a la primera. Es que hay líos y líos. Que todavía hay clases. 15 de mayo.

  •  Es muy machista criticar a una mujer por su físico. Me parece muy bien que se considere de este modo. Así que me pondré lírico y simplemente diré que nunca he visto espejo más fiel de un alma, que el rostro de Susana Díaz.
    Ejem. Espero que nadie se moleste por este arranque místico.

    (Bueno, el de Fraga se acercaba, para ser justos) 16 de mayo.
  •  Porque aquí no hay dos vueltas, pero como las hubiera veo a tos los rojos de España pidiendo el voto para Rajoy para parar a esta señora. Creo que Marine Le Pen y Trump piden que les subtitulen sus vídeos porque se ven como aprendices. Extrema derecha de la de Intereconomía, en estado puro. 18 de mayo























  •  El País es el mejor medio de información escrita de España. Y la demostración de que información y verdad no tienen nada que ver. 22 de Mayo.

Podemos, el 15M y el populismo.

  •  Que la principal consecuencia ideológica de Vistalegre II esté siendo un rebrote, supuestamente revanchista, de anti-intelectualismo entre los que están en la órbita de Podemos, empieza a preocuparme mucho. Porque la democracia es compleja y quien busca soluciones simples no está interesado en la democracia. ¡Dejémonos de mariconadas intelectualoides y de intentar explicar la realidad como hacían los lacanianos de mierda de los errejonistas y volvamos a la ortoxia de la 2ª Internacional que tan buenos frutos ha dado.!

    #microneoliberalismos bajo el semblante de neoestalinismos. Me jode bastante, la verdad. Y menos resentido estoy con gente que ahora defiende las soluciones simples y bastas, que con quienes vendieron el psicoanálisis a unos trepas sirviéndoles de coartada y avalando sus clichés dogmáticos. 21 de abril.
  


  • Argumento anti-15M: hoy vas la cárcel por un chiste, no hemos avanzado nada.
    Falso: Hoy vas a la cárcel por un tuit, no por un chiste. Por un chiste se iba a la cárcel -o te secuestraban la revista- durante el franquismo. Esos chistes le hacían daño al régimen en su forma de entonces, los tuits se lo hacen en su forma actual. Nadie va a la cárcel por un chiste de Carrero Blanco si no lo tuitea. La multitud tiene armas que no tenía y el sistema contra-ataca. Hay daño, hay dolor. Pero no, derrota ni fracaso. 15 de mayo.
  • Y el argumento definitivo: todos los que ningunean al 15M carecen de sentido del humor. En política, en ética y en la vida es la puta prueba del algodón. Y no hay nada más que decir. Se admten risas como reacción. 16 de mayo.
  • ¡Qué cosas los anti-15M! Se les ve tan seguros de sí mismos que al final nos harán creer que cuando mandaban ellos España iba bien como decía su jefe..... 16 de mayo.
  • La muy vibrante intervención de Oscar Luis Moreno (Marea per aprofundir el canvi) en l'Assemblea Ciudadana del domingo. Si alguien quiere saber por qué a pesar de todos los pesares yo sigo merodeando alrededor de Podemos viendo este vídeo se hará una idea. Porque esta gente sigue en Podemos y porque este planteamiento, tan distinto del de la cúpula madrileña y sus sumisas sucursales, sigue vivo y bien vivo en la organización.
  • Me ha gustado oír a PIT decir que no había posibilidades de ganar la Moción y que con ella se está asumiendo un gran riesgo. Mucho más honesto que otras cosas que se oían antes. Yo también pienso que #HayQueEcharlos y que es un paso más en un camino largo. Y por eso voté a favor de que se presentara. El 15M no ha sucedido todavía. Qué quiero decir con eso, lo explico en mi columna de esta semana:
    SÍ SE PUEDE AUNQUE NO ESTÉ CLARO: SOBRE EL 15M Y SU SUPUESTA DERROTA. 20 de mayo.

  • Lo dije el sábado y lo sigo manteniendo. El proceso del Psoe estatal y el del de Podem al País Valencià creo que me dan la razón: El 15M está muy vivo!!! Que se iba a notar en estas cosas y no en un momento instituyente como querían algunos, era impredecible. Pero es lo que hay. La palabras de Helio Yago Mateu Me han emocionado y mucho. Os dejo un enlace a ellas y a mi columna del sábado, a la que se refieren, en comentario. 22 de mayo. 
    • El comentario se puede leer entre los de mi columna en el enlace anterior. 





Temas varios.

  •  PENSAR, h. 1140. Del lato PENSARE 'pesar'
    (intensivo de PENDllRE íd.), por vía semiculta:
    se partió de la idea de pesar cuidadosamente
    el pro y el contra.
    DERIV. Pensador. Pensamiento, 1220-50.
    Pensativo, 1438. Pienso, fin S. XVI, de pensar
    en el sentido figurado de 'cuidar de alguien'
    y de ahí 'dar de comer a un animal',
    S. XIV.

    CUIDAR, S. XVI en el sentido moderno;
    h. 1140 en su acepción medieval 'pensar'.
    Del lato COGfTARE 'pensar', de donde se
    pasó a 'prestar atención' y de ahí 'asistir
    (a alguno)', 'poner solicitud (en algo)'.

    A veces, la etimología se comporta como una ciencia exacta.... (10 de abril)


  •  Echo de menos algunos botoncitos en las redes sociales. Igual que lo hay de reír, llorar o corazoncito, debería haber otros para completar las posibilidades de juicio exprés sobre lo que dicen los demás. Por ejemplo, yo echo de menos el botón #micromachismo. Vendría muy bien para que no hubiera que poner siempre ese monigote malencarado, agrio, rubicundo y cejijunto. Pero, ya puestos, para no estrangular los matices, yo pondría otro que fuera #microfascismo. Éste sería más polivalente porque cualquier destilado racista u homofóbico cabría.
    Pero el más necesario de todos sería, en mi modesta opinión, el botón #microneoliberalismos. Anda que no habría supuestas sentencias progres bienintencionadas que podrían conseguir miles de clicks en el botón #microneoliberalismos. Tantos como consiguen likes azulitos y Iloveits rojitos. O más, si se anda el tiempo y la gente se aveza y adiestra en detectarlos. Hay millones de propuestas progres que lo único que hacen es reforzar el sistema dando por eternos y evidentes algunos de sus valores. Algunas se expresan de modo tan incendiario que parecen hasta radicales y todo lo más son extremistas. Vamos a buscar y veréis si salen. Sólo hay que intentar no pasar de soslayo por la levísima línea que separa el deseo de libertad de la voluntad de poder. Es importante, porque a veces se hace pasar a través de ella una especie de espurio derecho egocéntrico a la comodidad y al goce disfrazados de amor a la humanidad. Así se pisotea el derecho a la dignidad. Uf, montones. Fijaos y ya veréis cuántos #microneoliberalismos os encontráis. (12 de abril)


  •  La identidad entendida como fundamento o como destino es la peor de las esclavitudes contemporáneas. Estar todo el rato preguntándose quién soy para saber qué he de hacer es un grillete apretadísimo y doloroso. Es peor que el "carácter" -palabra que hoy suena tan antigua- porque éste condicionaba pero no era un absoluto que un pobre viviente (no he dicho bicho, pero lo he pensado) tenga que soportar con sus hombros y vivenciar con la culpa. Mucho mejor actuar para vivir y que la vida decida quién soy. Como todos los realismos el de la identidad es también una mentira. Sólo puede ser escrito en pretérito indefinido. Y por un sujeto omnisciente. La identidad sólo puede ser predicada desde un tiempo muerto para un cadáver por una voz sin cuerpo. Eso sí, promete el sosiego de la certeza, que el goce de mi acción no será desdicho por el malestar del cuerpo y la conciencia. La identidad es un oprobio narcótico, cruel, salvaje. 13 de abril


 
  • Muy seria para mi gusto, pero contra todo pronóstico Irene Montero me cae bien. Yo quería decir algo de las lágrimas saurópsido arcosaurio de apenada por sus batracios de la señora condesa. Montero me ha hecho el trabajo, con menos sorna pero con la misma mala leche que le hubiera puesto yo. (20 de abril) 
  • "Desgraciadamente, hoy los hechos dan la razón a Marine Le Pen". Aurora Mínguez , corresponsal de RTVE en París. Sra. Mínguez, a Marine Le Pen, no le pueden dar la razón ni los hechos, ni Dios, ni Alá, ni Yaveh, porque es una fascista, ¿sabe? y lxs fascistas nunca tienen razón. Ojito con lo que decimos, por tenso que sea el momento. No sé quién es esta señora, pero hoy ha sido la más leal a la línea política del medio para que el trabaja. De tertulianos, conductores de programas y algunos corresponsales puestos por enchufe en las televisiones públicas por el PP, estoy muy hartito. Pero ese comentario desborda el vaso, el Sena, la mar y los océanos. Si no tenemos más remedio que aguantar fascistas en la tele, por lo menos que los adiestren (bueno, a-diestrados, ya están, claro), que los preparen para parecer un poco menos siniestros y que no se les escape por esa boquita lo que de verdad piensan. Ofenden.😠 (20 de abril)
  •  Cristiano será lo que sea. Pero peor que Ramos no me cae nadie. Él y Florentino representan lo peor de la Leyenda Negra española mejor que si resucitara Torquemada. (23 de abril de 2017)












  • Me recuerda hoy facebook, porque la compartió mucha gente, que hace dos años publiqué esta columna, que sigue siendo la que más difusión ha tenido de todas las de la sección. Era otro tiempo, pero espero que siga provocando sensaciones parecidas....😉😇 28 de abril









  • FRANCIA ELIGE A MACRON Y FRENA EL POPULISMO.
    Queridos amigos del @elpais, semejante titular es también una forma de abstenerse de calificar de fascistas a los fascistas. Ojo que las manipulaciones las carga el diablo y están ustedes casi legitimando al Frente Nacional con tal de cargarse cualquier cosa que vaya contra los intereses de sus jefes. Ni ABC o La Razón se han atrevido a ser tan infamemente tendenciosos. Y torpes. Y poco profesionales. Hasta El Mundo y La Razón usan la palabra "ultraderechista", que ustedes se niegan a utilizar. Escandaloso. 7 de mayo.



  •  Conseguir que toda la gente que te cae bien se caigan bien entre ellos es dificilísimo. Pero aún lo es más la pretensión de que quienes te caen bien y quienes te caen mal se caigan mal entre ellos. Quien consiga eso tiene el secreto del éxito, sin duda. La mayoría tenemos que arreglarnos poniendo al mal tiempo buena cara. Llámese a eso educación o hipocresía. No conduce a triunfo alguno pero es la clave de la vida social. 10 de mayo.



  •  ¿Quiénes son más populistas, los que van a las elecciones como particulares -y entonces el caudillismo es una nota más o menos potente en su apuesta- o los que van representando a un partido? La cosa tiene su aquel, porque Macron como Trump han ido por libre, cada uno a su manera. Sin embargo, la cúpula de Podemos está empeñada en hacer un partido disciplinado. Cuando leo que Macron va a hacer listas con gente de la sociedad civil, me da la impresión de que se ha aprendido muy bien la lección y sin zarandajas. Si a Podemos se le puede acusar de poner candidatos estrella y paracaidistas es porque su modelo es contradictorio. El de Macron se parece más a las plataformas municipalistas, por ejemplo. La estructura partido y la obsesión por la unidad y la máquna de guerra me parece que está muy pasadita. La derecha o el extremo centro van por delante. ¿O qué? 11 de mayo.
  •  Hoy no veo banderitas británicas y eso que han ido a matar niños directamente. Si hay algo que aleje los afectos y los sentimientos de la verdad y del sentido es esa entelequia llamada opinión pública. El problema es cuantos muertos puede llegar a haber hasta que un movimiento terrorista se percate de ello. A ETA le costó décadas darse cuenta, si es que sa la dio alguna vez. Ahora veremos cuánto le cuesta a los islamistas. Esa es la gran diferencia entre un pueblo armado o una guerrilla y un bando (ahora ya no es una banda) terrorista: los primeros luchan contra un amo; los segundo contra una opinión pública. Mi idea es que la mejor forma de combatir el terrorismo es destituirnos como opinión pública (no ponerse más banderitas estaría bien) y constituirnos en multitud populosa. O pueblo multitudinario, tanto monta. No sé si estoy en lo cierto. 23 de mayo.

sábado, 20 de mayo de 2017

Sí se puede aunque no esté claro: sobre el 15M y su supuesta derrota

“Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad”. Jean-Paul Sartre.



El año pasado aún hubo algunas, pero este año no he visto conmemoración alguna del 15M. Parece que la trama –del bus, a la moción de censura– la está copando toda y no queda atención para más. Yo, que jamás he considerado que el optimismo fuera precisamente uno de mis defectos, al poner algún comentario al respecto en las redes sociales me he encontrado con desoladas invectivas como respuesta. Aquello fue un engaño y un fracaso, dicen algunos que se lo creyeron en su momento, mientras que estalinistas (paleo-marxistas, sí se prefiere), socialdemócratas del aparato (sociatas me vale también) y algunos activistas que provienen de la parte más tosca e integrista del anarco-individualismo se hinchaban como pavos reales, presumiendo de aquello que ya postularon entonces, a saber, que el 15M estuvo promovido pcor la CIA para desarticular a la peligrosísima y eficacísima vetusta izquierda de los 30 años anteriores.



Evidentemente, el neoliberalismo ha inoculado su virus a la izquierda y el síntoma más evidente es que se haya caído en la trampa de confundir eficacia con éxito, ocultando que qué es y qué no éxito lo deciden patrones impuestos por las élites. El caso es que la famosa “hipótesis Podemos”, la supuesta vacuna populista que vendría a curarnos de los achaques de la vieja izquierda, empezó desde casi el primer día a mostrar los síntomas más extremos de la patología: la política es éxito, hay que aprovechar la ventana de oportunidad, hay que ganar las elecciones con una potente máquina de guerra pergeñada en tiempo récord, y curar a la izquierda identitaria de su adicción a perder… Buena parte del desencanto actual, pues, es consecuencia directa de esta maniobra del populismo caído, como el resto de las opciones políticas, en las garras de la posverdad, porque a partir de que Podemos aspiró exclusivamente a constituirse en una operación de triunfo relámpago, el resultado de todo el proceso parece haber sido un reforzamiento del PP.

¿De verdad entonces el 15M no ha servido para nada? Lo que sucede es que es imposible entender el alcance del 15M desde las categorías de la ciencia política y del márketing neoliberal basadas en a ontología de la causalidad y éxito, compartida por estalinistas, algunos activistas y todos los neoliberales. Contraataquemos, pues, con una aserción taxativa: El 15M fue una victoria de la multitud contra la opinión pública. El no tener líderes (esto es, rostros hipervisibles) del 15M no era una tara, como intentó hacer creer el ya tan descompuesto –aunque otrora pétreo- clan de Somosaguas, era su gesto más radical y subversivo.


Fue la multitud la que decidió tomar la plaza y la pantalla. Qué sea la multitud aún no lo sabemos. Que haya que hablar con conceptos claros, distintos y acabados es un dogma como cualquier otro. Y la multitud está, sin cesar, haciéndose. Sin embargo, la creencia más generalizada es que la sociedad es un ente objetivo y disponible, establemente previo a los discursos que se emiten sobre ella. Ahora bien, si observamos con una mirada más atenta se nos muestra fehacientemente que no es así. A la masa social se la emplaza desde lugares muy distintos y es al emplazarla cuando se le da forma concreta y material: no es lo mismo dirigirse a un auditorio como pueblo, como opinión pública, como audiencia, como electorado o como comunidad de potenciales compradores de tu producto (target), aunque sostengamos que “empíricamente” las personas, los cuerpos humanos en los que se encarnan esos modelos de receptor, son los mismos. Visto así, la opinión pública occidental ha sido modelizada como juez pasivo y ésa ha sido la forma de tenernos controlados como sociedad, de emplazar a la democracia para impedir las urgencias: juzgamos a unos profesionales, que actúan. Nosotros sólo miramos. Y luego consumimos o votamos, según a qué profesionales hayamos estado mirando cada vez. Podemos nació desde el error de que el pueblo podía construirse utilizando exclusivamente los medios de comunicación del establishment, esto es, disputando el marco, haciendo pueblo a partir de una sociedad objetivamente estable –de ahí, el dogma de la transversalidad– de la que el núcleo promotor iba a constituirse como sujeto trascendental incontaminado por su objeto. Pero las cosas son algo distintas. Dale una narrativa a un pueblo y le servirá para ponerse en movimiento. Dásela a la opinión pública y la adormecerás aún más. Vivimos, al fin, en la época de las narrativas de consumo: los videojuegos o las series de televisión están viviendo una época dorada. Y por mucho potencial transgresivo o subversivo que tengan un videojuego o una serie –que algunas, vaya si lo tienen-, si el espectador adopta la posición del espectador pasivo (audiencia) su capacidad simbólica y pragmática resulta desactivada.



Cierto que el 15M estaba lleno de ingenuas demandas ciudadanistas y de buena conciencia, lo cual hacía escandalizarse a los marxistas más dogmáticos. Un sintagma como “Democracia Real Ya” probablemente sea el mejor ejemplo de una demanda que da por posible algo sin plantearse la posibilidad de cada uno de sus términos. No hace falta pararse a pensar qué significa “democracia”, ni “real”, ni “ya”.   Pero lo que sucede es que el pueblo no es auto-transparente, no tiene un saber inmediato sobre sí, sino que ese saber se aliena, precisamente, en la esfera pública. A diferencia de las agencias de inteligencia y de las tramas corruptas, el pueblo no tiene secretos. Es todo él un íntegro enigma. El enigma de lo común, que aún no existe. El auto-emprendimiento (en lo privado) y la obsesión institucional y electoral (en lo público) tienen como fin primordial que los y las singulares jamás desvíen su atención hacia lo común. Sería muy peligroso para las élites porque socavaría la impostora centralidad del vínculo de explotación como paradigma de todas las relaciones humanas y de la mercancía como única forma del bien, que es núcleo mismo de la ontología capitalista. Así, parece que el único destino de la multitud es constituirse en pueblo -y el pueblo en un partido-, si quiere tener derecho a desear….


Igual la cosa es un poco más complicada… El gran error del populismo como instrumento de la radicalización democrática, pensamos, es haberse olvidado de la multitud en su obsesión por reducir lo político a la  representación instituyente. La multitud es un resto: lo que no cabe en el electorado, en la opinión pública, en las masas, en el griterío de la turba, en los protocolos de la sociedad civil o en la impostada unidad del pueblo. Es lo que no se puede domesticar de los oprimidos. Una democracia multitudinaria es la única alternativa política que podría resistirse a caer en las garras del neoliberalismo más cínico y sangriento. El populismo debería asumir la obscuridad de la multitud como uno de sus valores más vivificantes. Podemos quiso convertir una película de Eisenstein en un film de John Ford. Con mi máximo respeto para ambos, claro está. Y al final la impresión general es que nadie -ni un tirador público, ni un tirador oculto, ni un tirador solitario tampoco- mató a Liberty Valance, que campa por sus respetos más vivo que nunca aunque muchos de sus amigos sí estén pisando la cárcel.

Desde este nuevo punto de vista que hemos propuesto, el proceso de desencanto se puede explicar diciendo que lo que sucede es que los críticos del 15M adoptan una posición clientelar. No ya de opinión pública, sino de audiencia de Talent Show: míralos que mal lo hacen, parecen decir. Igual ha sido una mala suerte que la efemérides haya caído dos días después de Eurovisión. Pero la verdad es que jamás ha conseguido ya después el PP gobernar con la tranquilidad, soberbia y prepotencia de las épocas de Aznar, Zaplana, Camps y Rita. Y que el Psoe, acorralado, se ha visto obligado a sacar del sótano sórdido de Ferraz su particular retrato de Dorian Grey, llamado Susana Díaz. No me parece poca victoria. El 15M ha servido para romper con el totalitarismo pasivo de la opinión pública. No tanto para empoderar, como para redimir de la resignación. El empoderamiento es una categoría nacida de la episteme neoliberal y, por lo tanto, necesita de la evidencia, del reconocimiento público y del éxito visible en el enfrentamiento. Liberarse de la resignación, muy al contrario, es una alegría que busca el calor de lo común y de lo colectivo, no la publicidad. Pues bien, me alegra mucho saber que puedo luchar no siendo bien visto por la opinión pública mayoritaria, porque mi marco epistémico y campo de operaciones la excede. Puedo ser minoría sin resignación. Eso no es un éxito homologable por los baremos cuantitativistas del sistema. Pero es una victoria sin precedentes ni paliativos. No hemos ganado la lucha, sólo la hemos hecho posible. Nada menos. Podemos pensarnos sin la mediación ni el refrendo del espejo público. Por mucha influencia que los Media sigan teniendo, ya no tienen el control total. Podemos ser otros que los que dicen que somos o que debemos ser. Podemos ser sujetos de la enunciación y no sólo objetos del cálculo, como demuestran los grandes fracasos demoscópicos de los últimos tiempos, siendo que los manufactureros de estadísticas llevaban decenios acostumbrados a operar sobre una balsa de aceite. Hacer creer que eso no es ya en sí un logro porque aún no se ha conquistado la mayoría es ver la cuestión de una forma muy mezquina. Conquistar la mayoría es fácil si trabajas a favor del sistema. Te lo pueden contar los biógrafos de Steve Jobs, Bill Gates, Macri o Macron. Es una pena que haya quien se ha empeñado en hacer creer que el 15M no era nada si ellos no ganaban unas elecciones. El pospopulismo del Podemos intervistalegrino supuso el intento de devolver el movimiento a la ontología del éxito y el neopositivismo. El domingo pasado estuve en la II Assemblea Ciutadana del Podemos valenciano y vi gente que no necesita de las urnas ni de las estadísticas ni de la bendición de los periódicos del régimen, ni de las cúpulas encumbradas para seguir bregando. Nada que ver con los rostros televisivos del que algunos aún llaman comando mediático. Sin el 15M nada de eso hubiera sido posible.
Me quedo con una reflexión: el 15M aún no ha sucedido. Aún hay que hacer que suceda. Es curioso que mientras muchas lenguas de nuestro entorno hayan utilizado la etimología latina succedere para designar el triunfo, en castellano o catalán esta raíz se use para nombrar el acontecer. Y sin embargo, ambas lenguas utilicen “éxit(o)” que implica claramente el matiz de “salir”. Efectivamente, el 15M salió. Yo me quedo sin dudarlo con el 15M, al que le habrán podido quitar muchas cosas, pero no el ser un momento multitudinario. La filosofía política posfundacional ha tenido que teorizar el acontecimiento, que animar al sobresalto, precisamente porque las revoluciones fracasadas del siglo pasado eliminaron del calendario utópico la idea de la transformación como resultado un único acto afortunado. Lo revolucionario dejó de ser un simple hecho histórico para convertirse en un trasfondo ético y en un horizonte político. Si la revolución era la toma del poder por una clase o un pueblo, el acontecimiento no puede ser sino un momento de la multitud. Y el 15 de mayo de 2011, ante la inminencia de una victoria extrema de la derecha, para allá se fue la multitud postfordista buscándose a sí misma en su performance virtuosa, mientras se miraban en los bolsillos a ver si llevaban su carné de socios civiles, en tanto que la opinión pública, -que, por definición, nunca sale (ni de casa, ni en la tele)- los miraba atónita desde su mullida poltrona, sentando caderas como quien sienta cátedras. Luego vinieron las masas a ocupar las calles con sus mareas, rodeos y primaveras. Y en 2014, saltando desde los ojos atónitos de la opinión pública aposentada  ante el televisor vino el líder y, con él, el núcleo irradiador. El pueblo, ese nuevo pueblo que nos prometió cual maná el núcleo irradiador, aún no está. No sabemos si se le espera porque hasta hace bien poco andaba perdido entre apaños electorales y vericuetos transversales.


Decía Walter Benjamin en sus Tesis de Filosofía de la Historia:

El historicismo se contenta con establecer un nexo causal de diversos momentos históricos. Pero ningún hecho es ya histórico por ser causa. Llegará a serlo póstumamente a través de datos que muy bien pueden estar separados de él por milenios. El historiador que parta de ello, dejará de desgranar la sucesión de datos como un rosario entre sus dedos. (…)  Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla.

No soy muy amigo de las narrativas, lo soy más bien de los relatos. Pero una gran fuente de legitimación de la opresión han sido siempre las narrativas denigrantes sobre los oprimidos. Por eso, los grandes avances en las luchas sectoriales de las últimas décadas han pasado por hacer valer el concepto de orgullo: ni raza inferior, ni sexo débil subalterno, ni enfermos o degenerados. Orgullosxs de la negritud, la feminidad o la homosexualidad. No caigamos en regalarle al enemigo neoliberal y dogmático lo que ha sido el acontecimiento popular más estimulante de los últimos cuarenta años, porque no ha conseguido el éxito según los parámetros del enemigo, que precisamente vino a cuestionar. El 15M no ha sido un fracaso. Es ya para siempre un aún no. La muerte de la resignación y el conformismo con la servidumbre. Y la constatación definitiva de que en el ámbito neoliberal, todas las élites son iguales y por igual temerosas de la democracia.


Sin duda, sí se puede. El problema, que ello nunca nos va a parecer claro. Hagámonos ya a la idea de que lo obvio nunca podrá ser reducido a la fatua simpleza de lo evidente. La multitud tiene un poder real pero que no se aviene fácilmente al show. La toxina paralizante de la claridad está empezando a ceder y los que pretendían narcotizar a los que faltaban haciéndoles recuperar la ilusión ya se han llevado algo de su merecido. Las cosas no están tan mal. Seguimos sufriendo. Mucha gente, mucho. Pero no ha habido derrota alguna. Sólo que el camino es más largo y más oscuro que lo que los magos de la chistera y algoritmo vacío hicieron creer. Deja que lo haga yo que de esto sé mucho, decían. Quedarán para siempre como nuestros “hermanos en la ley”, de principios del siglo XXI. Es lo que tiene confundir la fraternidad con el cuñadismo. Los entusiasmos son imprescindibles en política. Las ilusiones son un peligroso cáncer. Es la diferencia entre creer en lo que haces y creer en lo que te quieran contar.


viernes, 12 de mayo de 2017

Populismo y branded content.


1.      Este Podemos.

Aunque yo lo hubiera preferido más "en movimiento", este Podemos me parece mejor que el anterior a Vistalegre II y me es mucho más simpático. Me siento infinitamente más cómodo con Irene Montero –con Beatriz Gimeno o Teresa Rodríguez me sentiría aún mucho mejor, dicho sea de paso- que con las formas algo melifluas del portavoz anterior, que eran las adecuadas a la versión “clara” de antes –y que algunos pretendían convertir ya directamente en “ilusa”. Comenzar un artículo con semejante boutade está perfectamente justificado cuando la prensa sistémica está sistemáticamente recalcando lo antipático que es el populismo y equiparando- través de esa animosidad- las figuras de Pablo Iglesias y de Donald Trump, a la par que –cuanto más a la derecha está el medio, más insiste en ello- se presenta a Íñigo Errejón como una víctima de la persecución, censura y varios ominosos cargos más imputables a la nueva cúpula de Podemos.

Por tanto,  esto no es un ataque a Podemos. Lo digo sobre todo para aviso de algunos  que  consideran que es ataque todo lo que no es pura repetición sumisa de las consignas de la cúpula. Es, eso sí, una crítica radical, porque apunta, no tanto a personas o acciones concretas –aunque nombre y comente algunas-, como a una revisión de sus supuestos más nucleares.  Si estoy a favor o en contra de Podemos no es más que una típica pregunta en el ámbito de la opinión pública  y si algo ha de ser una lucha contra-hegemónica es una excepción a la opinión pública, al blanco o negro sin matices –información sin saber- del paradigma epistémico neoliberal.
Este texto parte, pues, de  una profunda convicción: creo firmemente que en el proceso de radicalización democrática todo está por inventar, porque ninguna de las recetas tradicionales de enfrentamiento, resistencia o corrección de los efectos del capitalismo puede funcionar de modo independiente y absoluto en tiempos de post-fordismo neoliberal. Ni el marxismo, ni ningún activismo sectorial o anti-sistema, ni,  –por supuesto- la socialdemocracia. Pero tampoco el populismo, al menos en su versión europea –la latinoamericana, de momento, está en una crisis evidente-, tiene la respuesta en solitario –ni simplemente “en conjunto” o eclécticamente- a los males de las sociedades capitalistas.  

2.      Tramabús: Storytelling y branded content.

Se ha hablado mucho de cierta torpeza de los actuales cargos y cuadros pablistas en las tareas de comunicación, ahora que los errejonistas, que las venían copando los dos últimos años, se han visto forzados a abandonarlas. Porque hasta ahora toda la estrategia comunicativa, que en el paradigma actual no se distingue de la política (no hay más política que la comunicación) había permanecido muy mayoritariamente en manos del sector errejonista. El ideario se con-fundía con argumentario. Pero el caso es que mi experiencia (semi-interna) en Podemos  me ha enseñado que leer a los intelectuales del errejonismo es como si pretendiéramos juzgar y entender el arte de vanguardia exclusivamente a través de sus manifiestos. Eso en la mejor versión. En la peor, es como creerse lo buena que es una novela leyendo lo que dice su contrasolapa. En Vistalegre II se vio claramente que a praxis errejonista consistía en un  “lo compro todo” si me da votos. Mal lo tenemos para entendernos, porque la constancia en las ideas es un valor .Claro que se puede cambiar de ideas: se llama dialogar con el mundo. Lo que no se puede es actuar en contra de lo que predicas como fingiendo que eres consecuente. Y menos cambiar completamente de ideas fingiendo que las actuales son consecuentes con las anteriores. Se trata de simular coherencia, el truco de todos los partidos del régimen en el seno del tri-decenio neoliberal.

Me gustaría poder decir que el post-populismo errejonista está hecho de dogmas. Pero sus asertos ni siquiera tienen esa dimensión. Están hechos de clichés que, a base de pretender ser transversales (divulgativos desde la élite irradiadora, que es la que sabe, hacia las masas), acaban siendo soberbiamente autoritarios. Casi como entradas de catecismo, para hablar con propiedad. Una sentencia como “los marcos no se crean, se disputan”, que es un cliché típico, por ejemplo, implica que sólo puede disputar el marco quien se ha introducido en él: vanguardia, burocracia. Es una sentencia más post-populista que populista, en cualquier caso, porque responde a un momento lógicamente posterior a la construcción del pueblo. O que algún intelectual errejonista, después de haberse llenado la boca y habernos llenado los oídos con la cantinela de los significantes vacíos esté pidiendo ahora cuidado con el vocabulario que se usa porque este tiene un peso histórico que modeliza todo el mensaje.

El caso es que sí que percibimos ahora una cierta experimentalidad comunicativa en Podemos, frente a la banalidad estandarizada y repetitiva del núcleo irradiador y de la máquina de guerra electoral. Y cuando se experimenta, lógicamente,  se cometen errores. El desliz la campaña “Correa financia a Podemos”, que remite inevitablemente a la “trama Gürtel”, es evidente. Del tramabús se critica su uso el haber utilizado una estrategia que hace poco implementó una organización de extrema derecha como Hazte Oír. Pero sobre todo se critica su inoportunidad, su redundancia, su intención de incoar un debate falso a partir de una acción inútil  porque no ofrecía ni ninguna información novedosa, ni ninguna alternativa a ese estado generalizado de corrupción patrocinado por el PP.

Lo que pasa es que difícilmente entenderemos las acciones si no sabemos contra (versus) quién van dirigidas. Los hegemono-populistas tienen al menos tres frentes abiertos: contra el sistema y sus élites (antes conocidos como “casta), contra la que ellos llaman izquierda identitaria y contra el populismo neofascista.  ¿Valen las mismas estrategias para todos los adversarios, como ha defendido en la práctica el sector más schmittiano de Podemos amparándose en la distinción amigo-enemigo? La pregunta es relevante, porque se juega en ella una dinámica de las identidades y de los goces (en el sentido psicoanalítico del término) que pone a las nuevas formaciones de cuño populista de izquierdas en la disyuntiva de “construir pueblo” o del “todos contra mí”.   
La cuestión es que el problema del tramabús es otro, porque el adversario es otro que el que se denuncia. En la comunicación concebida como campo único de enunciación, donde la verdad se muestra infructuosa e impotente, las dinámicas son otras y, por ello, creo que algunas herramientas de análisis que usan los publicitarios pueden ser más útiles que las categorías de la politología. Iremos al grano: creo que el tramabús es, antes que cualquier otra cosa, una estrategia de branding, de construcción de marca. Es un intento de permanecer visible en la agenda mediática, que es un espacio ferozmente darwiniano y competitivo.
Como tantas marcas comerciales, Podemos ha echado mano del storytelling (la trama) transmedia para perpetuarse en los medios. Es notorio que el grafismo del autobús conformado por imágenes distorsionadas a partir de fotografías previas remite a la estética del meme, como género visual digital, lo cual ayuda a su receptor potencial a contextualizar y decodificar mejor el mensaje
ofreciéndole una imagen más cotidiana y familiar. La vocación de transmedia del proyecto, que se origina como un #hashtag, también me parece evidente: un autobús en el espacio urbano, que sirve para retransmitir en directo a través de las redes sociales y, así, dinamizarlas, a la par que para incrustarse en periódicos y televisiones. 
Los publicitarios suelen llamarlo branded content. Se trata de crear contenidos patrocinados por una marca, para que simplemente la marca aparezca ellos, esto es, para copar una porción de la audiencia y de la agenda mediática.  Si lo puede hacer Repsol, Activia, Coca-Cola o Red Bull, ¿por qué no (,) Podemos? No es nada insólito, pues: se vende un sueño, un estilo de vida, una narrativa de esfuerzo, empoderamiento y triunfo. ¿Cuántas veces hemos visto un anuncio en los últimos tiempos y nos hemos preguntado “pero esto qué tiene  que ver con el refresco, friegaplatos, combustible, producto lácteo o vehículo publicitado”?  En tiempos donde la función fática del lenguaje -comunicar y estar continuamente presente- es mucho más importante que todas las demás, los mensajes no son nunca rectos, sino preponderantemente oblicuos, obtusos. Tiempos, pues, en los que la verdad deviene impotente, porque, en tanto sometida al patrón de la eficacia, por encima de la retórica, simbólica o contextual, no se distingue de cualquier otro mensaje, ficticio o mentiroso. Es una cuestión de condiciones del dispositivo y de reglas del discurso. La semántica queda completamente sometida a ellas.  El lector juzgará si nos estamos acercando a una de nuestras tesis esenciales: que no es tanto que Podemos sea presa de su modelo comunicativo como del modelo comunicativo del neoliberalismo postfordista, esto es, de la propia sociedad de la información, que es también la del espectáculo. Y que de poco sirve disputar los marcos si no disputas el modelo epistémico y discursivo que los genera. Ese desbordamiento era el más urgente para no acabar siendo engullido por los tableros al buscar su centralidad.

3.      La moción de censura

Con alguna de las anteriores oleadas de detenciones se me ocurrió decir que el Sistema daba por amortizado al PP. Luego ganó las elecciones y consiguió gobernar. Dudé de si pronunciarme con un comedido “¡Glups!, me colé” Pues resulta que no. Todo ese tiempo a lo que se estaba dedicando “el sistema” era a machacar al PSOE, de un modo distinto. Fue, entonces, la fórmula para salvar el bipartidismo, ante la posibilidad de un PSOE díscolo, que pudiera virar a la izquierda. Pues bien, yo creo que está sucediendo lo mismo otra vez. Ahora –con la operación Lezo- se trata de machacar al PP para que el PSOE pueda recuperarse, ante el riesgo evidentísimo de pasokización, mirando las barbas del vecino. Si llevamos razón, el tramabús habría colaborado inocentemente con el sistema en este cometido, sumándose a la caza y derribo del PP. 
El problema es que las narrativas –las tramas- no siempre traducen las lógicas. Y yo siempre creo que, en caso de disparidad, es mejor el original. Y el original es la lógica. La narrativa –a no confundir con el relato- es en todo caso superestructural, en el sentido clásico del término. El problema es que las lógicas son más difíciles de entender y de hacer entender que las narrativas y, así, el sistema ha conseguido tener a la gente, ansiosa de entender pronto más que de entender, de lo más entretenida con las teorías de la conspiración o, en su caso, con los poemas épicos de empoderamiento colectivo totalmente pergeñadas en el molde del empoderamiento personal. Ejemplo: las cantinelas haciendo creer que ganar unas elecciones –primero, y conseguir tenere algunos colocados en las instituciones, después- simplemente, era ya una victoria. Entonces vienen los conspiranoicos y te incluyen en el delirio: si has ganado es que eres sistema. Si nos conformamos con la información y no proyectamos una mirada meta-discursiva, nos vamos a estar colando continuamente. En el anti-intelectualismo, desde luego, no está la solución. Como no lo estaba en el populismo sabihondo de los núcleos irradiadores. Dale una narrativa a un pueblo y le servirá para ponerse en movimiento. Dásela a la opinión pública y la adormecerás aún más. Podemos nació desde el error de que el pueblo podía hacerse utilizando exclusivamente los medios de comunicación del establishment, esto es, disputando el marco, haciendo pueblo con una sociedad objetivamente estable de la que el núcleo promotor iba a constituirse como sujeto trascendental incontaminado por su objeto.
¿Es, entonces, un acierto o una torpeza la Moción de Censura –en realidad, mociones, si sumamos la de la Comunidad de Madrid- al PP que plantea ahora Podemos? Veamos. Desde el punto de vista de las narrativas es una cosa y desde el punto de vista de las lógicas es otra.

1) Para empezar, es como el #tramabús, una estrategia de branded content basada en el storytelling, teniendo en cuenta que es una narrativa de oblicua, que persigue unos objetivos distintos de los que declara: se trata de utilizar una narrativa para copar un espacio de la agenda, simplemente, con el añadido, tras estas oleadas de detenciones (I. González, O. Pujol y demás) de poder jactarse de haber tenido razón.
2) La moción de censura implica haberse tragado la narrativa que propone el sistema como cebo: vamos a por el PP. Todo el discurso de que el sistema se está sosteniendo contra el gobierno del PP va en esa dirección. Gracias a los jueces, guardias civiles, etc, ha dicho Pablo Iglesias. Ahora bien, es una estrategia ludo-narrativa, una acción gamificada, y por lo tanto, no importa que no haya ninguna posibilidad de que tal moción salga adelante: su eficacia es oblicua.
3) Por eso mismo, cabe otra lectura más sistémica, más anti-sistema si se quiere. El envite no es en absoluto al PP, sino a un PSOE al que pilla en un precario catastrófico: no tiene candidato alguno para liderar esa moción y tendría que ponerse a rebufo de Podemos o bien sostener al PP. En ese caso, la acusación y denuncia al bipartidismo como sistema sería evidente. Y, además, tendría el añadido de dar un buen bofetón a los críticos errejonistas, convencidos de que lo que hay que hacer es “entenderse con la socialdemocracia”, antes o después. 
En cualquier caso, si vas a llevar la cuestión al tablero o a la consola, es decir, si vas a plantear las cosas desde el juego narrativo (ludo-narrativa y gamificación, son términos técnicos provenientes del campo de los videojuegos) lo que no puedes perder es la visión de las lógicas, que está por detrás (o por abajo o por encima, utilícese la metáfora espacial que se prefiera) y que es la que va a ser determinante. En España hay una gran urgencia sistémica de salvar el bipartidismo, precisamente, porque no hay una opción electoral neofascista como en Francia (o en USA, o en Holanda, o incluso en UK, con el Brexit). Todo el sistema está apostando contra UP. Ganar partiditas no es suficiente. Eso no debe perderse de vista.
De todo ello deducimos, pues, que la izquierda no está exenta de tener que confrontarse con las dinámicas de la competencia neoliberal. Buena parte del dogma de la unidad, tan implantado en la izquierda, tiene como base un micro-neoliberalismo: no quedarse desamparado de la marca. Micro-neoliberalismo es un término que nos acabamos de inventar, en el molde de micro-machismo, y que es fácilmente constatable que hay, al menos, tantos de éstos en nuestra vida cotidiana como de aquéllos. El más habitual es confundir eficacia con éxito.  A veces pasan desapercibidos porque son nombrados como “cuñadismos”. En fin, el término nos parece necesario porque en la categoría de cuñadismo entran muchos neoliberalismos que de micro no tienen nada, así que mejor un término específico.
El vergonzoso espectáculo de Ferraz hace unos meses, y el menos enconado y cruento aunque también virulento de Vistalegre, algo después, tienen, entre otras, esa lectura. Lo que se dilucidaba es quién se queda con la marca PSOE, quién con la marca Podemos. La continua compulsión secesionista y el dogma unitarista, tan presentes en la izquierda, nos hablan del difícil que es abandonar la marca, no sólo para el político profesional, sino también para un militante.  De ahí que la lucha por la marca tenga también una lectura en el antagonismo interno. Los partidarios del errejonismo sabían que si la nueva imagen que está dando al pablismo triunfa, sus postulados -y sus puestos- quedan fuera de ella. Parece que le hicieron el vacío al tramabús, muy de calle para ellos. Parece que aunque sólo sea estéticamente, no le hacen tantos ascos a la moción de censura.

4.      Populismo, identidad, narrativa: Las comunidades de goce.

La creencia más generalizada es que la sociedad es un ente objetivo y disponible. Ahora bien, desde un punto de vista discursivo se nos muestra fehacientemente que no es así. A la masa social se la emplaza desde lugares muy distintos y es al emplazarla cuando se le da forma concreta y material: no es lo mismo dirigirse a un auditorio como pueblo, como opinión pública, como audiencia, como electorado o como comunidad de potenciales compradores de tu producto (target/heavy users), aunque sostengamos que “empíricamente” las personas, los cuerpos humanos en los que se encarnan esos modelos de receptor, son los mismos.
Visto así,  la opinión pública occidental ha sido modelizada como juez pasivo y ésa ha sido la forma de tenernos controlados como sociedad, de emplazar a la democracia para impedir las urgencias: juzgamos a unos profesionales, que actúan. Nosotros sólo miramos. Y luego consumimos o votamos, según a qué profesinales hayamos estado mirando cada vez. El terrorismo islámico es la mejor prueba de que así nos consideran a los ciudadanos noroccidentales desde fuera de nuestra zona de confort. Cada bomba, cada atropello, cada atentado, son llamadas de atención a la opinión pública como masa homogeneizada de particulares. Si quisieran  dirigirse al “pueblo francés”, por ejemplo, los procedimientos serían radicalmente distintos a atentar en las calles de Francia. La opinión pública es radicalmente irresponsable, una especie de amo despótico o rey decadente y adormilado. Los islamistas terroristas intentan despertarla haciéndole sentir en sus carnes  lo que sienten los musulmanes atacados por occidente.
En las sociedades occidentales el enemigo del pensamiento y de la lectura crítica de la realidad no es el analfabetismo o la ignorancia, sino la híper-información paralizante, la multitud hiper-comunicativizada. La pregunta, desde el paradigma pópulo-hegemonista es  cómo hacer de esta multitud postfordista europea, pueblo. Y el populismo ofrece una respuesta canónica a esa pregunta: la construcción de contra-narrativas e identidades aglutinantes que se opongan a las hegemónicas. El problema es que vía “significantes vacíos” (al menos desde una versión simplista del concepto) y vía mediatización e híper-información, lo que tenemos es una especie de “podemos proveerlo de identidades customizadas al por mayor”, por hacer una paráfrasis bastante cacofónica del título del cuento de Philip K. Dick. Y más, en un entorno tan heteróclito como el Estado plurinacional Español. 
Las identidades, en ese sentido, son siempre represivas. No se las puede poner en cuestión simplemente oponiéndoles otra opinión en el fárrago del polemos informativo, excepto que quien la vaya a adquirir no tenga otra representación en el discurso. La narrativización antagónica tuvo éxito en las luchas feministas, las de los afroamericanos o las LGBTI porque su lucha es por la visibilidad, por la representación, por el orgullo (yoico). Pero no puede tenerlo masivamente entre un electorado que ya goza de una representación, que ya se siente articulado en una comunidad de goce narcisista y agresivamente enfrentada a otra. Eso no va a funcionar con los votantes convictos del PP. De ahí, que  Podemos sólo le haya robado votos a la izquierda. De la identidad “izquierdista”, como de cualquier identidad no puede deshacerse uno a placer, ni por convicción. Pretender eso es de un racionalismo aún más dogmático y represivo que el paleo-marxista de la conciencia de clase. No puedes llegar a un montón de gente identificada con la izquierda (es una comunidad de goce y, por tanto, impone sus condiciones fantasmáticas) o con cualquier tipo de activismo de resistencia y decirle: ¡desidentifícate (o peor aún, ¡desidentitariízate!, que es dificilísimo de pronunciar, además) y populistízate!  
Pero es que, para más inri, no serviría de nada, como ha quedado demostrado en los tres años de existencia de Podemos. El bloque antagónico (insisto, la comunidad de goce contraria) va a seguir identificándote como izquierdista, comunista y perro-flauta y reproduciendo sistémicamente el viejo rechazo, aumentado con la acusación de que mientes y ocultas tus verdaderas intenciones. Las reacciones mediáticas contra Podemos y las alusiones a Venezuela son una prueba evidente. A ello se suma que el genio del sistema es perfectamente capaz inventar cosas nuevas para neutralizar tu novedad. Ciudadanos en España o Trump en USA, ambos fenómenos relámpago, son ejemplos elocuentes. Los populismos en Latinoamérica -y hasta la extrema derecha en Francia- que vieron la luz a través de mecanismos distintos de generación política, propiamente populistas y no mediaticistas, ha costado decenios ponerlos en pie. Trump, Ciudadanos o el Daesh no. Con todas las diferencias entre ellos que se quiera son respuestas relámpago  sistémicas, con un modo de construcción y articulación de tipo variado pero sobre todo contrario a la construcción populista clásica, en el sentido que la describe Ernesto Laclau.  Supongo que más de un lector se habrá escandalizado de que meta en el mismo saco al Daesh y a C’s. Piense si pensaría lo mismo si sólo hubiera mentado a Trump y al extremismo islamista. No, ¿verdad? El propio genio del sistema se ha encargado de crearlos y denostarlos para poder deshacerse de ellos o convertirlos en el enemigo fantasma (el que hace de pantalla de cualquier enemigo más auténtico) en caso de necesidad o de que se le vayan de las manos. Así con el Daesh como con la mayoría de los genocidas golpistas en América Latina.  En lo único que coinciden, y por ello los traigo a colación en conjunto, es en ser instrumentos sistémicos ready made, sin tradición propia pero sí apropiándose de la tradición pública. En ese sentido, Ciudadanos es el menos peligroso y dañino de los tres casos. Dependiendo, claro está, de cuanto considere cada cual de dañino el servir como apuntalamiento de un ente tan corrupto como el PP en el gobierno….
En fin, inisistimos: que el sistema sea capaz de realizar estas operaciones relámpago no quiere decir que eso esté al alcance de cualquiera que no tenga estos recursos y estos objetivos pro-sistema.  “Claro que se puede”, “yes, we can”, son micro-neoliberalismos, trampas sistémicas preparadas en el molde “lucha por tus sueños” que transmiten los gurús del coaching, el auto-emprendimiento y la autoayuda, y el populismo europeo de laboratorio (con un núcleo irradiador prefijado como vanguardia intelectual orgánica) ha caído en todas ellas corriendo el riesgo de convertirlo en un postpopulismo. Se puede, fácilmente, si se rema a favor del viento. Si se pretende remar en contra, todo es mucho más difícil. No de otra forma, creemos, debe leerse la opción que ha promovido Íñigo Errejón y sus correligionarios más cercanos, que ha estado siempre orientada a la fase instituyente desde la que reinterpretar el 15M a partir de una estabilización institucional.

5.      La opinión pública y el pueblo: el dogma de la transversalidad.

Visto todo lo anterior,  es evidente que la opinión pública es el arma más eficaz contra el pueblo. Lo están demostrando los sistemas de occidente poniendo toda su maquinaria a trabajar para conseguir que el pueblo sea obsceno para la opinión pública. No otro mensaje anida en acusar de populista a todo lo que no se aviene a los protocolos políticos normativos sancionados por las élites. En las sociedades postfordistas ser pueblo es excluirse de la opinión pública y convertirse en un espectáculo para la misma.  
Consecuentemente, la transversalidad no es la solución a los problemas políticos de la inmensa mayoría, porque está pensada sobre categorías mediaticistas (la opinión pública) y no populistas (el pueblo) ni tampoco de clase (obrera).  Este dogma de lo transversal es el que está llevando a este Podemos a intentar estrategias de la industria publicitaria, como al anterior a mantenerse en el empeño de copar las tertulias y los informativos, cosa que al actual le resulta mucho más difícil o, al menos, mucho más incómodo. La idea de transversalidad implica que hay unas identidades sociales objetivas y previas que hay que coordinar. Esto es, la sociedad, que sí existe, ya tiene una identidad válida para ti. En el fondo, es la filosofía del consumo y del mercado neoliberal que lleva el fetichismo de la mercancía hasta las mismas raíces del ser. Si la transversalidad se construye desde una élite ilustrada, el discurso neoliberal del poder y del éxito prevalecerá siempre como efecto hermenéutico. Porque en el panorama de la opinión pública en el que se inscribe toda comunicación de la élite a la masa todo lo que incoe el proceso adquirirá la función de una consigna. La transversalidad, la ética civil de lo “claro” (que podemos) es un efecto del individualismo ciudadanista. Y problema de las demandas ciudadanistas y reformistas es que dan por ontológicamente posible la transparencia de los hechos al juicio. Y no, el pueblo, dividido por la opinión pública no es transparente para sí mismo. El pueblo es siempre obscuro.
Para Laclau, el teórico que reivindicó el populismo y que está en la base de todos desarrollos del concepto desde la izquierda, la sociedad “no existe”. Esto es, no está ahí disponible y objetiva, sino que “lo político” es el acto central que la constituye. Por ello, aceptó la transversalidad, cierto, pero establecida desde abajo, jamás desde arriba, desde una especie de meta-saber que acaba siendo un despotismo ilustrado de la élite irradiadora populista. ¿Y cómo entender la transversalidad desde abajo sin una conversación continua, en la anarquía de las interpretaciones, desde la docta ignorantia? Lo que proponemos es la invención de algo distinto de la clásica concepción de la “democracia deliberativa”, pergeñada en el molde del alma bella comunicativa habermasiana, esto es, de la deliberación modelizada dese la concepción del individuo como mónada. Lo que necesitamos es un paradójico sujeto multitudianario.

Ese saber es obligación de cualquier líder o de cualquier agitador (activista). Lo contrario no es un saber es la impostación del conocimiento que establece una clásica (iluminista, burguesa) relación sujeto objeto y por ello implica la cosificación de la multitud como masa. Si la intención es desbordar no se trata, creemos, de pretender copar la normalidad –disputar simplemente  los marcos discursivos para tomar ventaja en ellos, sin cuestionarlos-, sino de debilitarla para que no sea totalitaria. Se llama subversión y es la diferencia entre la multitud que piensa y la masa electoral.  Lo común no puede construirse nunca desde lo transversal establecido desde una supuesta realidad social (todos los realismos los carga el diablo), sino desde la multitud. No es un a priori, sino un desiderátum. Nunca puede ser datum, sino in-ventio.
Lo que pasa es que al campo de la normalidad la burguesía le inyectó la vacuna del universalismo: eso hace al capitalismo insubvertible a través de la conquista de lo normal, porque toda conquista de lo normal, todo intento de transgresión, se universaliza por la vía del mercado (y del espectáculo). La Ilustración, de hecho, consistió en traducir la cosmovisión burguesa a categorías universales. Y uno de sus movimientos más sibilinos fue la ética kantiana, la del imperativo categórico: ha uno de pretender que su acción pueda ser considerada como ley universal y, eso, jamás utilizando a ningún ser humano (al semejante, tanto como a uno mismo) sólo como medio, sino siempre como fin. En resumidas cuentas, lo que se ha eliminado en la ética universalista contemporánea es la mediación de lo singular –el caso, el ejemplo, el consejo, el amor- entre lo particular y lo universal. Lo particular ha de entendérselas a solas con lo universal a través de la razón. Es la radical diferencia entre la autonomía abstracta (la razón ante el universo) y la libertad material, que no puede desligarse de la igualdad y la fraternidad. Tremendo y cruel, porque eso ha dejado en medio un enorme abismo que en la versión neoliberal del capitalismo han venido a llenar la llenar la autoayuda y la utopía romántica
Hay que llevar cuidado con la carga de tradición que acumulan las palabras. Cuando el núcleo promotor primigenio de Podemos promovió el uso de las emociones en política, estaban partiendo, sin querer verlo, de la autoayuda y de la utopía romántica. “Claro que Podemos”, el eslogan con el que el núcleo irradidador arrasó en  casi todos los comicios internos entre los dos Vistalegres, era una luminosa consigna auto-ayúdica de neón neoliberal. Y la impostación del líder era una variante de la utopía romántica de la redención, tan tildada de machista y con razón. Ojo, el líder populista tiene algo de anti-neoliberal, es cierto. Ya supone un paso por el otro como medio –el amor es eso, como se puede ver aquí y aquí- pero hay que llevar mucho cuidado cuando este líder entra en colisión con el líder mediático neoliberal (empresarial o político) en el campo comunicativo, porque queda completamente contaminado de sus valores.  Más micro-neoliberalismos.
Éste es problema de disputar los marcos sin entrar en el planteamiento radical de pensarlos como dispositivos concretos y materiales de producción y orientación del sentido y viéndolos sólo como un espacio neutro, homogéneo y vacío, a conquistar.  Se puede montar toda una alternativa política para apuntalar el sistema simulando que se combate contra su núcleo cuando en realidad  no se está más que representando una confrontación con su sector más extremo. El Yes, we can de Obama no fue otra cosa. Y la resurrección desde el núcleo del sector más extremo del neoliberalismo, el neofascista, no se ha hecho esperar. Efectivamente, las tradiciones son relatos y a partir de ellos se construyen  las narrativas. Pero a partir de los relatos, las tradiciones se constituyen como una constelación de significantes, esto es, como un dispositivo instituyente de las condiciones de sentido. Pensar que cambiando el esquema actancial del relato y la sintaxis de la trama se cambia toda la constelación, como si esta no tuviera un anclaje en lo real (en la compulsión a la repetición, en lo que vuelve y vuelve de la pretendida tumba de la sinrazón) es una ingenuidad, cuanto menos, peligrosa. Por eso, prefiero el término "comunidades de goce" a “bloques antagónicos” o a "sensibilidades enfrentadas" porque en él se incluye la pulsión de muerte, la agresividad, la eyección del otro.
El populismo es la enésima forma que está inventando la izquierda para promulgar su unidad, visto el fracaso de la conciencia de clase (obrera) y del partido único.  El problema teórico y epistemológico del hegemono-populismo es que, pretendiendo relativizarlo todo, ha acabado por  absolutizar ciertas cosas y darlas por eternas. Al hacer de “lo políticouna matriz  nuclear a partir de la cual se desenvuelve todo proceso, resulta que los marcos y los vínculos  devienen eternos: lo político existe desde que el hombre es hombre y no  desaparecerá jamás. Y lo instituyente es el único objetivo y éxito posible de la política. 
Creo que las cosas son completamente distintas y la realidad nos lo está mostrando. El pueblo no se ha de movilizar sino es por su deseo. El pueblo es obscuro porque no se sabe.  El pueblo no es auto-transparente, no tiene un saber inmediato sobre sí, sino que ese saber se aliena, precisamente, en la esfera pública. Por eso, el líder debe escuchar las demandas pero no aprestarse a satisfacerlas. La misión del líder es encauzar el modo en el que el pueblo cuida de sí.  Por eso debe catalizar el proceso de creación de un contra-poder.  
Siento tener que ser yo quien revele que los reyes magos no existen, pero los pueblos unidos (o las izquierdas reunidas homogeneizadas), hasta ahora, han sido derrotados siempre. Si han ganado en las urnas, a través del juego sucio y la violencia. Y les juro que se me eriza la piel cuando oigo y canto ese himno. Insistimos: en el proceso de radicalizar la democracia, todo está por pensar y no hay quien tenga el secreto. Porque, a diferencia de las agencias de inteligencia y de las tramas corruptas, el pueblo no tiene secretos. Es todo él un íntegro enigma. El enigma de lo común, que aún no existe. El auto-emprendimiento (en lo privado) y la obsesión institucional (en lo público) tienen como fin primordial que los y las singulares jamás desvíen su atención hacia lo común. Sería muy peligroso para las élites porque socavaría la impostora centralidad del vínculo de explotación como paradigma de todas las relaciones humanas, que es núcleo mismo de la ontología capitalista.

6.      La multitud.

Es un rasgo típico del populismo del norte de occidente, su convicción de estar en el secreto de la naturaleza humana y su consecuente falta de fe en la humanidad. Otro micro-neoliberalismo.  El gran error del populismo como instrumento de la radicalización democrática, pensamos, es haberse olvidado de la multitud en su obsesión por reducir lo político a la  representación instituyente. La multitud es un resto: lo que no cabe en el electorado, en la opinión pública, en las masas, en el griterío de la turba, el los protocolos de la sociedad civil o en la impostada unidad del pueblo. Es lo que no se puede domesticar de los oprimidos. Una democracia multitudinaria es la única alternativa política que podría resistirse a caer en las garras del neoliberalismo más cínico y sangriento. El populismo debería asumir la obscuridad de la multitud como uno de sus valores más vivificantes. Se trata de oponer al genio del sistema la inteligencia colectiva. Fue André Bazin quien acuñó el primer término para referirse al sistema de producción hollywoodense, frente al de las vanguardias y poéticas europeas. Fue Marx quien acuñó el general intellect. 
La multitud necesita pensar, no sólo pensar-se, no sólo instituirse. No opinar o difundir a una cúpula o vanguardia, sino darse al pensamiento. Una opinión es una verdad encerrada, es decir, por definición una  mentira. El pensamiento, sin embargo, es un “medio decir” y por ello está más cerca  de la verdad. La complejidad no es ya que no sea patrimonio de las élites, es que es  refractaria a ellas. Se nota la mano de las élites en el simplismo, en el afán  divulgativo, en la pedagogía del “lo que he hecho es por tu bien”. La multitud es un objeto complejo para el pensamiento. La gran  conquista emancipatoria habrá de venir por la vía de hacer de esa complejidad sujeto. Como el sistema se ha hecho sujeto cobijando a los intereses privados en el anonimato de los mercados, que no necesita de líderes carismáticos. No  habrá élites que puedan colonizar a un sujeto que piensa (enuncia  la verdad, no sólo reflexiona sobre ella) desde su complejidad.  Mal sistema es el que pretende poner orden en la multitud ejecutándola en las categorías de nación, pueblo o sociedad civil.

El problema del populismo es que ha soslayado toda ética deliberativa en lo que ésta pueda tener de radical. Eso, o se hace con mucho cuidado o acaba hipostasiando una ontología. Es decir, acaba convirtiéndose en una metafísica dogmática. Y, el paso a la praxis, en una mancia. Los círculos hubieran sido un instrumento eficacísimo para vehicular un pensamiento multitudinario, pero, ay, el núcleo irradiador desconfiaba mortalmente de ellos porque desconfiaban de  la militancia de izquierdas, tan aviesa, que se infiltraría en su seno. Y Vistalegre II no ha mejorado eso en absoluto, sino todo lo contrario: ha reafirmado el modelo presidencialista, entre otras cosas porque cuando Pablo Echenique intentó revitalizarlos se encontró con la casi-nada. A cambio seguimos con el ágora voting, la posibilidad de las listas plancha y los sistemas electorales obsesivamente debatibles y perfectibles. Tanto que se habla de paridad a cuenta de ellos y no recuerdo un solo caso en el que uno haya sido diseñado por una mujer. He ahí una excepción a la lógica fálica y al para todos de la castración. Y he ahí, en la multitud, una posibilidad inédita de feminización de la política, más allá de las cuotas. Después de todo, igual acabamos descubriendo que los micro-machismos y los micro-neoliberalismos no andan tan alejados. El electoralismo democratista es un destilado de la transversalidad. Elimina cualquier eficacia de la política porque si no hay debate y posibilidad de surgimiento de la invención, el acto de votar se convierte en una especie de metafísica. 

Aquí lo dejo.  Si el momento populista de occidente (norte, claro), son Le Pen, Trump, el Brexit o Geert Wilders, yo me quedo claramente con el 15M al que le habrán podido quitar muchas cosas, pero no el ser un momento multitudinario. Para allá se fue la multitud postfordista buscándose a sí misma en su performance virtuosa y mirándose en los bolsillos a ver si llevaban su carné de socios civiles, mientras la opinión pública, -que, por definición, nunca sale (ni de casa, ni en la tele)- los miraba atónita desde su mullida poltrona, sentando caderas como quien sienta cátedras. Luego vinieron las masas a ocupar las calles con sus mareas, rodeos y primaveras. Y en 2014, saltando desde los ojos atónitos de la opinión pública aposentada  ante el televisor vino el líder y, con él, el núcleo irradiador. El pueblo, ese nuevo pueblo que nos prometió cual maná el núcleo irradiador, aún no está. No sabemos si se le espera porque hasta hace bien poco andaba perdido entre apaños electorales y vericuetos transversales. Lo que tenemos es una opinión pública alterada, un target difuso que necesita branded content para no disolverse en el aire. Y un montón de heavy users, a veces más mansos, a veces más feroces, que difunden ese content convencidos de que en la marca y el líder está la redención. Por el momento es márketing, no contra-hegemonía. Como decía la maldición china: “Ojalá te toque vivir en tiempos interesantes”. Si esos momentos son populistas, neofascistas, o bien -¡ojalá nos oiga el dios de Spinoza!- multitudinarios está por ver.