domingo, 27 de agosto de 2017

Algunos puntos sobre las íes de la manifestación de ayer en Barcelona.



A ver:

✹A mí no me parece tan raro que si dos señores parapetados tras un legalismo totémico y autoritario, que ellos llaman constitucionalismo, le niegan a un pueblo su derecho a decidir sobre su destino con medidas coercitivas y represivas, el día que ese pueblo sufre, en el suelo que ellos denominan su nación, una agresión trágica, al pretender encabezar y acaparar el ceremonial del duelo se lleven todo tipo de signos de reprobación. No veo una gran diferencia moral entre este caso y el de una fallecida en un accidente o atentado cuyo cónyuge, públicamente reconocido como acosador y maltratador, pretendiera encabezar su funeral aduciendo que legalmente es el marido. ¿No? Acepto que la analogía pueda pueda considerarse poco brillante, pero sinceramente no la veo descabellada.


✹Dicho esto, las CUP, con las que tiendo a simpatizar por naturaleza, tienen el más viejo vicio del activismo anarco-comunista muy enraizado: un eticismo que tiende a lo totalitario porque no sabe distinguir entre la radicalidad y el fundamentalismo. Pretender que la muerte es un hecho más en la ilimitada serie de los acontecimientos y negarle su relevancia fundante para incoar un fundamento político en su lugar es lo que podríamos llamar fundamentalismo. Si uno va de verdad a la raíz, ve que la muerte es un acontecimiento distinto. Denunciar el cinismo del opresor en un momento de duelo es un gesto inevitablemente obsceno. Una victoria escénica para ese mismo opresor. Esto es una crítica a las CUP desde su bando. Es una crítica que llevo haciendo años a todo el activismo.


✹Con Catalunya veo que me pasa lo mismo que con Venezuela. Ni estoy allí ni tengo una una convicción resuelta sobre lo que allí pasa. Lo único sobre lo que sí puedo expresar una crítica convencida es sobre los discursos que en mi espacio público social y mediático se construyen sobre ellos. Por eso, lo que hago últimamente es denunciar la enorme manipulación que realizan los medios españoles sobre lo que allí pase. Que es manipulación, es evidente desde la inmanencia del discurso. Por tanto, a diferencia de los activistas estándar, intento no caer en la falacia referencialista. No se trata de mentiras, no se trata de una falsa conciencia que la levantas y debajo está una ontología estable que el discurso ocultaba o denegaba. Lo que hay debajo es puro noúmeno. Si eres radical eres sabiamente nihilista, esto es, no acometes la impostura de pretender que el Ser avala tu pulsión de muerte. Por eso, siempre he dicho que el activista anticapitalista tiende a compartir la ontología del capitalismo neoliberal, aunque se oponga a su ideología. Para el activista estándar hay un mundo que el aparato ideológico del capitalismo oculta a sabiendas. Nada "más lejos de la realidad", por decirlo con toda la sorna. El concepto de postverdad me parece necesario para transcender el concepto positivista de verdad como referencia y pasar a un concepto de verdad como performatividad. La referencia está muerta como verdad en el Paradigma Informativo. Y no sólo porque la información sea un negocio, sino porque la información ha fagocitado a cualquier otra forma de conocimiento ofreciéndose como su máximo común divisor, como una especie de traductor universal de todos los saberes.


✹Una vez dicho esto, he de confesar que la única manera que encuentro de salir del estupor que me produce la deriva de El País es la convicción paulatina de que su aproximación a la
extrema derecha es mucho menos político-ideológica que empresarial. Está disputándoles sus lectores, con tácticas de OPA hostil, a ABC, La Razón, El Mundo y casi que a La Gaceta. Sólo así se entiende que ayer por la tarde se pudiera leer bajo su cabecera el titular más sectario y ultraderechista de toda la prensa española. Esto es lo que sintetiza para ellos lo que pasó ayer en Barcelona. 


Nada que añadir. Bueno sí, que me imagino a Cebrián jugando con un globo con la forma del mapa de España y con cara de no acabar de entender por qué no le flota como a Chaplin, ni le sale bien la coreografía. ¿No será porque no es redondo, hombre, por más que lo pretendas?

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